jueves, 30 de diciembre de 2010

LA EXISTENCIA DE OTRO HOMBRE

                Su larga cabellera, de pelo negro y brillante, estaba formada no por rizos, sino por unas suaves y delicadas ondas, que pedía a gritos a cualquiera, que introdujera su mano en ella. El resto de su cara le iba en concordancia, piel delicadamente tostada, ojos marrones y perfecta armonía de rasgos, salpicado el rostro de pequeñas pecas, que de tan graciosas, parecían mas bien una bendición de los dioses.
                     Así era cuando la conocí, más hermosa, imposible. La elegancia hecha persona. Formábamos una pareja perfecta, ella por su belleza e inalcanzable inteligencia, yo, simplemente, por haber tenido la fortuna de que en una tarde de Enero, se hubiera fijado en mí.
                  Fue también una tarde de Enero, cuando se dio cuenta de la existencia de otro hombre. Hasta  entonces, habíamos vivido el uno para el otro, a partir de ese día, todo cambió.
                      Había tenido una amistad con él desde hacía muchos años, compartimos momentos de unión y entendimiento como pocos hombres suelen hacerlo. Pero la conoció.
                       Y vi el reflejo de sus ojos en los de ella. El entenderse con la mirada, sabiendo que lo que el otro pide, ese entrelazar de pupilas, acechando, registrando con descaro la otra alma, esperando descubrir prudencia y razonamiento inexistente.
                         Supe que mi batalla estaba perdida, dejé que ellos empezaran, tranquilamente, la suya.
                      



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