domingo, 12 de diciembre de 2010

ELLA Y EL MAR

                      Las olas empujaban la espuma hacia la orilla, dejando el mar liso y sin rastro de sus turbulentos movimientos. Pero al poco, volvía de nuevo a repetir lo mismo, una tras otra, el oleaje era como parte de un paisaje de lo mas arriesgado, nadie se hubiera aventurado a lanzarse a una marea en donde las turbulencias y revoltijos, formaban un medio de lo mas arriesgado. La arena oscura y húmeda, hacía desistir a los paseantes de sentarse un rato, tampoco ayudaba el viento, que arrancaba las pocas sombrillas plantadas en la arena y alteraba lo que solía ser un  tranquilo día.
                            Pero a ella le daba igual, sabía que el amainar del viento, traería la calma esperada, la tarde, que comenzaría pronto, sería el inicio de esa nueva etapa, la marea empezaría a bajar  y otro mundo se abriría. Mientras tanto, caminaba por la orilla, esperando el momento que no tardaría en llegar, sus pies bañados por la espuma, frescos en medio de tanto calor, agradecidos. 
                                Poco a poco, la marea empezó a bajar, las rocas de la playa emergieron y en la orilla se dejaron ver multitud de pequeñas piedrecillas y moluscos de varios tipos. Entonces surgió el instante esperado, observó como el sol iniciaba un ocultamiento tras las montañas lejanas, se desprendió de su ropa y se lanzó al mar, sólo la naturaleza y ella, formando una auténtica comunión.   

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