domingo, 12 de diciembre de 2010

AQUEL DÍA DE DICIEMBRE

           En aquella semana de Diciembre, en que tenía previsto unas vacaciones a la nieve, fue cuando recibí aquella funesta llamada, parecería que lo hubieran hecho a propósito, una llamada anónima en que alguien simplemente me advertía de que una mujer estaba manteniendo relaciones con mi marido. O al revés, que fue lo primero que pensé, lo que la mujer hiciera, me daba igual, me importaba lo que hiciera él.  En fin lo que tenía claro es que no iba a estropear las vacaciones largamente preparadas, por unos cuernos, que por cierto no era la primera vez que me los ponía. Así que los niños y yo, nos pusimos en marcha, pues él iba una semana mas tarde.
              Intenté disfrutar al máximo el tiempo en que estuve sola, oportunidades no me faltaron y las aproveché todas, pero con quien más tiempo estuve, fue con el médico del hotel, simpático y cariñoso, un conquistador nato.
                Mi marido llegó como si no hubiera pasado nada y yo correspondí de la misma manera, almorzamos junto con los niños, familia bien avenida. En un momento de la comida, me  preguntó si su hermana me había llamado el día veintiocho, de los Inocentes, para gastarme la típica bromita de rigor, pues era sabido que solía hacerlo todos los años. Sentí que la piel se me helaba y los pelos se me ponían de punta. Empecé a temblar de tal forma, que él se preocupó, llamó a los servicios sanitarios, que me recomendaron al médico del hotel, pensé que si las cosas estaban escritas así, había que dejarlas que fluyeran...

               
            

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