domingo, 12 de diciembre de 2010

ME AYUDÓ EL TIEMPO

               Dio una calada al cigarro con tanta fruición, que la mitad del cigarrillo, quedó casi consumido, con un toque tenue y ligero, vació la ceniza en el cenicero que tenía a mano. Apoyó el codo en la mesa y se dispuso a terminar el tabaco, sus maneras, un tanto acariciantes y suaves, inspiraban sensualidad por todos los poros de su piel y eso parecían pensar también los hombres que se encontraban en la cafetería, pues no había ni uno que no le quitara la vista de encima.
                    Era profesora de primaria, le fascinaba el mundo infantil. Se sabía admirada por los hombres, no podía remediarlo, no hacía nada por conseguir esa fascinación, pero su forma de ser, de moverse, su porte, la belleza de su rostro, en fin era algo inevitable. Por momentos sentía la molestia de ser siempre el centro de atención, deseaba ser mayor, cumplir años para que no se fijaran en ella, para poder pasar un poco mas desapercibida. 
                        Cuando sentía de esa forma, tenía veinticinco, ahora que tengo cincuenta, veo las cosas de otra manera. Acostumbrada como estaba, a que el mundo me mirara, de repente me di cuenta de que me había vuelto invisible para el mundo. Era inexistente. El paso de mis días no tenía significado  para nadie. Me costó reconocerlo. Me preguntaba en que momento sucedió esto y yo no me dí cuenta. No entendía y pensaba si le pasaría lo mismo a otras mujeres de mi edad.
                         Pero seguí cumpliendo años,  el paso del tiempo, inevitable, al poco empecé a darle importancia a otras cosas, se me olvidó todo lo que describo mas atrás, supongo que es lo que se llama evolución, hoy día me siento aliviada al haber dejado lejos esos absurdos adversarios.

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