martes, 5 de octubre de 2010

EL VISITADOR MÉDICO

                                Trabajaba muchas horas al día, tantas, que a veces perdía la cuenta. Menos mal que no tenía cargas familiares ni mujer, ni muchos amigos a los que dedicar mi tiempo. Era representante de productos farmaceúticos, en concreto, oncológicos, visitaba a diario los hospitales y los hospitales de día, de vez en cuando, algunas consultas. Era un trabajo a tiempo completo, había mucha competencia, tenía que moverme deprisa. Los compañeros ofertaban, sin parar, a los médicos, congresos gratis, no sólo para ellos, les pagaban el viaje a un acompañante, lo que a mi me daba mucha rabia, pues no me parecía bien. El dinero volaba en forma de pasajes gratis, estancias de hotel de cinco estrellas para dos, con todo pagado y regalos de todo tipo. Hablaban de seriedad y profesionalidad, pero se pisaban unos a otros en cuanto tenían la mínima oportunidad. Era un trabajo para trepas. Y allí estaba yo metido, en medio de aquella vorágine de ambiciosos- avariciosos, cuya única meta, era cumplir objetivos, a cada cual mas impresentables.  
                               En un congreso de estos, conocí a dos médicos, al principio, Nelson y José, me parecieron diferentes, pronto me dí cuenta de mi error. En cuanto intimamos un poco, empezaron con segundas, a intentar que les regalara algo, sabía que si no era así, perdería la venta que estaba intentando conseguir  y que era muy jugosa, pues estábamos hablando a nivel hospitalario, ya que José era parte importante del comité de compras del hospital. Ni corto ni perezoso, les aseguré que el viaje del que estábamos hablando para los dos y sus familias, en verano, estaba hecho, me daba igual perder el trabajo, con la bonificación que iba a tener, podría vivir un tiempo, mientras conseguía otro.
                                   Cerré la venta y me fui directo  al juzgado, donde los denuncié, no se podía actuar impunemente de esa manera. Perdí mi trabajo, cierto, tampoco me importó ya estaba harto de vivir entre tanto sinverguenza.

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