lunes, 4 de octubre de 2010

EL VERDADERO AMOR

                        Gozoso y risueño, paseaba por la playa con su perro. Era un perro sin raza definida, pero cariñoso y fiel como pocos. Lo sacó de un albergue para animales, nunca se había arrepentido, pues era listo y entusiasta. Daba una intensa alegría a su vida, parecía que estaba siempre agradeciendo lo que se había hecho por el. Cuando días mas tarde llegó a su casa y Llorón no lo salió a recibir, imaginó que nada bueno podía haber pasado. Vivía en una pequeña casita, no lejos del centro, pero lo suficiente alejada de vecinos entrometidos y curiosos. No tenía una profesión digna de elogio, era un traficante de poca monta, lo que se llama un camello, pero iba sobreviviendo de esa manera, no aspiraba a mas.
                      Encontró a Llorón detrás de la casa, adormilado y sin poder moverse, el veterinario aseguró que le habían dado algún sedante que lo dejó de esa forma. Se preocupó, pensó en un ajuste de cuentas, pero no le debía nada a nadie, pero en el mundillo en que se movía, por poco te la jugaban.
                    Como había hecho en multitud de ocasiones, recogió los cuatro bártulos que tenía y sin pensárselo dos veces, se marchó. Cambiar de ciudad, era habitual para él, en cuanto veía un problema, se trasladaba.  Estuvo conduciendo tantas horas, que ya ni se acordaba en que momento había salido.
                    Un pequeño pueblo, estaba a su vista, decidió parar allí a comer. Entró en la única cafetería que había y pidió lo que estaba en la carta. Entonces fue cuando la vio, sentada tres mesas delante de la de él, tomaba despacio un café. Una morena clásica, ojos oscuros, pelo también. Pero tenía algo, no lo podía definir o eran los hoyuelos de las mejillas, o la sonrisa con que obsequió a la camarera, a lo mejor eran las pestañas de un intenso color negro, lo que quiera que fuera, lo tenía completamente hechizado, no podía apartar la vista de ella. En ese momento, la chica levantó la cabeza y le miró, sintió que el estómago le daba un vuelco.  Eso era lo que llaman un flechazo, no entendía que pudiera ser otra cosa.
                    Haciendo acopio de valor, se levantó y se acercó a su mesa, le preguntó te importa que me siente y aquella fantástica mujer dijo que si.
                    Como él, llevaba tiempo viajando, iba sola y no sabía en que lugar quedarse. Necesitaba dinero, pues había acabado el que traía, así que buscaba un empleo con urgencia. Compartieron almuerzo y confidencias, era fácil abrirse a otros cuando uno está tan sólo. Ella había llegado en autobús, así que de común acuerdo, decidieron viajar juntos. Anduvieron varios kilómetros más, no paraban de contarse cosas, hasta que vieron una enorme propiedad a lo lejos, con ganado de varios tipos y pequeñas casitas alrededor, de los empleados. Les dieron trabajo y una pequeña cabaña, en la que se sintieron muy a gusto, pronto compartieron cama y empezaron a vivir como una pareja mas.  El nunca imaginó que en una huída a la que su forma de vida, lo tenía acostumbrado, encontrara el verdadero amor. Años mas tarde le comentaba a ella, el amor no hay que buscarlo, cualquier sitio es bueno.

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