miércoles, 1 de septiembre de 2010

EL CASERÓN

Con esmero y refinamiento, estuvo durante un rato doblando sábanas y manteles, estaban planchados, pero siempre le parecía que el doblez quedaba mejor si lo hacía él que los criados. La casa ya no era lo que en otros tiempos, antaño el caserón tenía la particularidad de su neoclasicismo, era una propiedad diferente a las otras sólo por el hecho de erigirse en medio de la nada.
 Llevaba tantos años en esa casa, que  se consideraba mas que un trabajador, casi como el dueño, de hecho, siempre pensó acabar sus días ahí. Pero habían cosas que con el tiempo y lentamente, cambiaron, poco a poco, los viejos como él no se percataron hasta que pasaron demasiados años.
 Los antiguos dueños  eran aristócratas de alta cuna, en donde  lo mas que sabían hacer,era, ellas abanicarse y ellos, tomarse una copa, pero servida por otros,  mucho trabajo no, que se cansaban.
 La casa tenía su historia, pues los últimos habitantes no habían sido precisamente trigo limpio. Realmente los primeros tampoco, pero no vamos a hablar de estos, pues nos remontaríamos  demasiados años atrás. La última generación, fueron diez jóvenes, hijos de tres parejas, estaban encantados de vivir ahí y no querían otra cosa. Lo recordó porque fué muy reciente y lo tenía grabado en su memoria.
 Como en una película, pasaron las imágenes en colores  en donde el rojo predominaba sobre los otros tonos. Vió la muerte de la chica invitada, el terror de los otros y los gritos incontrolados de todos. Pensó que nunca se debió invitar a aquella joven, que de tan hermosa, terminó por perturbar al resto, los celos hicieron presa de todos y lo demás, ya lo saben.  Hay momentos en que me siento a recordar aquellos tiempos tan lejanos para mí, el caserón me parece algo fuera de este mundo y como si no formara parte de mi realidad, aunque se que no es así, pero habrá algún día, en que todo lo que digo y pienso, será pura realidad.

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