jueves, 16 de septiembre de 2010

DAISY

Es peruana, habla castellano y quechua. La conocí por medio de un anuncio del periódico que puse solicitando alguien que cuidara a mi madre enferma. Cuando llegó ella, supe que era la persona adecuada, alegre, rápida en el caminar, trabajadora,discreta, Daisy era un encanto de persona. Tenía detrás una larga historia que contar, que poco a poco y según se fue logrando confianza entre nosotras, me fue confiando. Llevaba tres años viviendo en España  con su hermana, reuniendo dinero para traer a sus cinco hijos, que se habían quedado en su pueblo, allá en el altiplano. Su marido estaba aquí con ella, los chicos estaban con su suegra, mandaba dinero todos los meses para los gastos y demás. Empezó a trabajar en casa,yo estaba encantada con ella, pero un día cuando vino llorando y me contó la paliza que le había dado su marido... Es la costumbre allí, las mujeres son de los hombres, propiedad privada, si va a la policía a explicarle, ellos sólo le dicen vete a tu casa con tu marido, lo mismo le dice su padre,! SU PADRE!, claro, que por esa regla de tres, el  hizo lo mismo con su madre.  De todas formas aquí no se le iba mucho la mano porque sabía que estaba penalizado, pero aquel día, borracho, Daisy no lo denunció. Bien lo cierto es que un año mas tarde tuvo que marcharse a su país, porque una cuñada la denunció que tenía a sus hijos abandonados, también es muy común eso. Meses después su hermana me contó que volvió a palizas diarias, a lavar en el río, varios kilómetros lejos de su casa, a barrer su pequeña casita de tierra, a vender en el mercado lo que plantaba, etc. etc.  Daisy quería una vida mejor, pero como tantos otros, no la pudo conseguir y tuvo que volver atrás, pero dejó aquí un recuerdo realmente imborrable.

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