miércoles, 7 de julio de 2010

Mi vecina de enfrente.

                      Se llama Laura, nos separa la calle, ella en su terraza, yo en la mía. No la conozco, pero la veo a diario. Es una mujer seria y taciturna, sin sonrisa, una mueca indefinible en su mirada. Cuida las plantas, barre y friega. Por la noche, las luces azules del televisor me indican que esta viendo algún programa insulso y sin sentido.
               Ella, simplemente, esta agotando su tiempo. Vive sin vivir mientras contempla el transcurso de los días, esperando ese que nunca llega.
              En ocasiones la imagino mirándose al espejo y esbozando una sonrisa, pero la tristeza de verse con ese rictus forzado, hace que desvíe la mirada.
              Y los días van pasando, en ese no caminar por el mundo, nadie la ve ni la saluda y ella sigue sin mirar atrás.
      Cuando dejé de contemplarme en el espejo, me recogí el pelo, me lave la cara y... salí a la terraza.

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