Me pareció aún mas hermoso cuando me miré al espejo, el traje de novia elegido era en verdad uno de los más bonitos de la tienda. Hacía que el tono dorado de mi piel fuera aún más intenso y resaltaba el color de mis ojos. De color crema, austero, nada de encaje ni brillos, tan sólo una tela ceñida al cuerpo. En un instante pasaron por mi mente imágenes de las últimas semanas.
—!Carla,Carla!—.
—¿Que es lo que quieres?, no me llames a gritos cuando sabes que no puedo bajar la escalera corriendo—. La que así gritaba era mi hermana pequeña, y me llamaba desde el patio del edificio. Éste se erguía en torno a él, era un patio comunitario y mirando a lo alto se podían ver los balcones llenos de ropa tendida de los vecinos.
Vinimos hace diez años a vivir aquí, cuando mi padre se arruinó, nos hicimos rápido con la nueva forma de vida. A mi madre le costó más hacerse al cambio y había días en que aún recordaba nuestra antigua casa.
—Es que te llama un señor—, dijo Carla bajando un poco la voz.
—Ya bajo.
En pocos segundos me planté cerca del hombre, era un cartero que traía un telegrama.
—María—, le dije mirándola con reproche—, la próxima vez lo coges tú, sólo tienes que firmar.
Se ofendió un poco por mis palabras y se marchó corriendo. El telegrama me traía noticias de un concurso al que me presenté hacía tiempo. Resulté finalista y me emplazaban para la próxima votación. Y a partir de ahí, comenzó a cambiar mi vida.
Era un concurso para la elección de la más guapa del pueblo. Lo había ganado sin mucho esfuerzo.
Y cuando digo que ahí empezó un cambio en mi vida, es que fue literalmente así. Fui la ganadora, tenía opción a ir al nuevo concurso de la ciudad, las más guapas y más elegantes. También gané. Mi madre siempre cerca de mí.
Me presenté al nacional, si ganaba tenía la posibilidad de ir al internacional, y de ahí a la fama era un paso. Lo soñé desde pequeña, quería ser famosa y ganar mucho dinero. Salir del lugar en que vivíamos y tener una casa con jardín y piscina. Siempre pensaba en eso, el jardín y la piscina eran para mí, símbolo del mayor de los lujos.
Cuando unos meses después me nombraron ganadora, me pareció vivir en una nube. No entendí el porqué de ese nombramiento, no me consideraba guapa en exceso, quizá elegante, impresionaba, caderas unos centímetros más anchas que el resto y también más alta. Aún así gané y con el consentimiento de mi madre, fui al concurso internacional.
No fui la ganadora, pero el ser la segunda me abrió muchas puertas. Años después pensé que quizá demasiadas.
Mi hermoso traje de novia se quedó en un armario, y mi novio, al que adoraba, quedó triste y desconsolado pensando en mi ausencia.
Cuando volví de nuevo al pueblo, habían pasado casi tres años. Todo seguía igual, pero yo había cambiado.
El recibimiento de mi gente en el aeropuerto fue toda una exibición de amor contenido. Hicieron alarde de lo que sentían por mí de una manera que casi parecían una tribu. Primos, tíos, mis cuatro hermano y mi madre, formaban un grupo que no pasaba desapercibido.
Llegar y verlos a todos, hizo que en ese mismo momento supiera cual era mi lugar y del que nunca tenía que haber salido.
Era un concurso para la elección de la más guapa del pueblo. Lo había ganado sin mucho esfuerzo.
Y cuando digo que ahí empezó un cambio en mi vida, es que fue literalmente así. Fui la ganadora, tenía opción a ir al nuevo concurso de la ciudad, las más guapas y más elegantes. También gané. Mi madre siempre cerca de mí.
Me presenté al nacional, si ganaba tenía la posibilidad de ir al internacional, y de ahí a la fama era un paso. Lo soñé desde pequeña, quería ser famosa y ganar mucho dinero. Salir del lugar en que vivíamos y tener una casa con jardín y piscina. Siempre pensaba en eso, el jardín y la piscina eran para mí, símbolo del mayor de los lujos.
Cuando unos meses después me nombraron ganadora, me pareció vivir en una nube. No entendí el porqué de ese nombramiento, no me consideraba guapa en exceso, quizá elegante, impresionaba, caderas unos centímetros más anchas que el resto y también más alta. Aún así gané y con el consentimiento de mi madre, fui al concurso internacional.
No fui la ganadora, pero el ser la segunda me abrió muchas puertas. Años después pensé que quizá demasiadas.
Mi hermoso traje de novia se quedó en un armario, y mi novio, al que adoraba, quedó triste y desconsolado pensando en mi ausencia.
Cuando volví de nuevo al pueblo, habían pasado casi tres años. Todo seguía igual, pero yo había cambiado.
El recibimiento de mi gente en el aeropuerto fue toda una exibición de amor contenido. Hicieron alarde de lo que sentían por mí de una manera que casi parecían una tribu. Primos, tíos, mis cuatro hermano y mi madre, formaban un grupo que no pasaba desapercibido.
Llegar y verlos a todos, hizo que en ese mismo momento supiera cual era mi lugar y del que nunca tenía que haber salido.
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