En la carretera que llevaba a Playa de Arena, varias personas caminaban al idílico lugar. La bajada a dicha playa era un tanto complicada y sólo los más atrevidos osaban hacerlo.
Luisa y Carmen, de la mano y ayudándose la una a la otra, hacían el trayecto. Intentaban no resbalar, pues cuesta abajo con las chanclas de playa no era lo suyo. Pero ya habían hecho muchas veces el camino, así que para ellas no era nuevo, lo más que podía pasar era un resbalón imprevisto y llegar abajo antes de los otros.
Todos llegaron sin problema y se apresuraron a colocar casetas y sacos de dormir en el lugar apetecible.
Carlos y Marcos pusieron los sacos de dormir uno al lado del otro, los demás compañeros un poco más alejados. Se querían y deseaban que todos supieran de su amor, pero les era imposible contarlo, y habían tomado la decisión de decirlo ese día.
A los dos se les notaba nerviosos e inseguros, Marcos no lo tenía demasiado claro y quedaban algunas cosas por ultimar. Carlos le dijo en varias ocasiones que todos estaban enterados, que se notaba lo que sentían el uno por el otro, pero Marcos se negaba a creerlo, decía que él disimulaba muy bien, que incluso estuvo saliendo con una chica el año pasado y que eso daba lugar a dudas.
Una vez que estuvo todo instalado, alguien propuso hacer una hoguera, en pocas horas sería de noche y vendría bien tener un fuego. El resto aceptó encantado y todos se movieron a buscar ramas secas por la zona. Al rato el trozo de playa en el que se encontraban estaba suavemente iluminado, lo demás se veía de un color azul aterciopelado.
Sacaron botellas de vino y algunos porros y se sentaron alrededor de la fogata. Marcos bebió mucho y fumó también, al rato, en vez de darle sueño, se sentía entusiasmado contando historias de su pasado.
Tanto contó y tanto le preguntaron, que vio la ocasión de descubrir sus problemas. Se hizo cómplice de su amigo, descubrió lo que ya todos sabían y una vez que descargó su alma y su espíritu, supo que a partir de ese día...sería más feliz.
Carlos y Marcos pusieron los sacos de dormir uno al lado del otro, los demás compañeros un poco más alejados. Se querían y deseaban que todos supieran de su amor, pero les era imposible contarlo, y habían tomado la decisión de decirlo ese día.
A los dos se les notaba nerviosos e inseguros, Marcos no lo tenía demasiado claro y quedaban algunas cosas por ultimar. Carlos le dijo en varias ocasiones que todos estaban enterados, que se notaba lo que sentían el uno por el otro, pero Marcos se negaba a creerlo, decía que él disimulaba muy bien, que incluso estuvo saliendo con una chica el año pasado y que eso daba lugar a dudas.
Una vez que estuvo todo instalado, alguien propuso hacer una hoguera, en pocas horas sería de noche y vendría bien tener un fuego. El resto aceptó encantado y todos se movieron a buscar ramas secas por la zona. Al rato el trozo de playa en el que se encontraban estaba suavemente iluminado, lo demás se veía de un color azul aterciopelado.
Sacaron botellas de vino y algunos porros y se sentaron alrededor de la fogata. Marcos bebió mucho y fumó también, al rato, en vez de darle sueño, se sentía entusiasmado contando historias de su pasado.
Tanto contó y tanto le preguntaron, que vio la ocasión de descubrir sus problemas. Se hizo cómplice de su amigo, descubrió lo que ya todos sabían y una vez que descargó su alma y su espíritu, supo que a partir de ese día...sería más feliz.
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