sábado, 12 de noviembre de 2011

Raquel y mi hijo adolescente.

                   La conozco hace ya varios años y se de su buen hacer con los chicos por contactos esporádicos que hemos tenido. Pero hace unos días y por ende del destino, vino a casa para no sé qué, total, que la invité a almorzar y la cuestión se alargó hasta casi el anochecer.
                          En un pasado no muy lejano, ya que Raquel es joven, estudió lo que más ansiaba, para poder trabajar con adolescentes con problemas. Lo expreso así y pido disculpas por no recordar el nombre de la carrera. 
                             Cuando uno tiene un hijo adolescente, con los típicos cambios que esa edad conlleva y encuentra un profesional que sabe marcar pautas y le apasiona el tema, es como si hubiera encontrado el secreto de la inmortalidad.
                              Pues eso me pasó con Raquel. El día que estuvo en casa me preguntó que tal iba la relación con Fdo. le conté como hago siempre con mis amigas, por encima, para no cansarlas mucho y tampoco poner en evidencia a Fer. pero ella siguió hurgando en ese terreno pantanoso que son las emociones y sentimientos, las formas de actuar ante las circunstancias,  la soledad, los apegos, las iras y frustraciones, las culpas, las heridas... en fin, toda esa multitud de experiencias que se anidan en nosotros y nos van marcando.
                    Raquel es como un libro abierto, así se lo dije mientras ella se reía. Me  marcó pautas, una de las cosa más importantes que me dijo fue que mirara a mi hijo como si fuera hijo de una vecina, no  mío. Que no lo sobreprotegiera, que aunque yo no me diera cuenta, el pedía a gritos su independencia. Que no estamos hablando de experiencias fuera de casa, ya que tan importantes son las de fuera como las de dentro. 
                           Cosas que nos parecen tan banales como que el adolescente ponga su despertador o que sepa el horario de estudios sin que mamá se lo recuerde a diario, es parte de su autonomía. Decirle las cosas sólo una vez, o incluso no decirlas, depende de la importancia. 
                               Es cierto que los chicos desconectan cuando oyen las cosas repetidas veces, se acostumbran a oírlas una y otra vez y dicen "sí, ya voy"  como si dijeran mañana me ducho, y uno tan tonto, cree que realmente lo van a hacer. 
                                   En estos días, he cambiado mi actitud con Fdo., Raquel se asombra de como en sólo tres días la relación ha mejorado. Él patalea un poco, pero yo me mantengo firme, creo que la sensación de seguridad que irradio es lo que hace que se de cuenta que no tiene nada que hacer. 
                                  Es que ahora no estoy tan sola, somos Raquel...y yo...

          












No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hola, gracias por dejar sus comentarios, prometo contestar a todos. Besos, Maca.