Abrí la puerta con premura, el toque insistente me hizo pensar que algo grave ocurría. Mi vecina se lanzó a mis brazos llorando y hablando a gritos, no pude entender las palabras ininteligibles que pronunciaba entre sollozos. Logró articular algo así como que"... la han... matado". Agarrándola por los dos brazos la zarandeé debilmente mientras le preguntaba que a quien. Un poco más tranquila logró decirme entre balbuceos "... a Laura".
La aparté de mi lado con un empujón y salí corriendo a casa de mi amiga. La puerta abierta y Laura tirada en medio del pasillo, un charco de sangre oscura alrededor de su cabeza me dijo del terrible golpe que recibió. Intenté mantener la calma mientras de mi móvil llamaba a la policía. Lo que sucedió a continuación fue un caos.
Acotaron la zona alrededor de la casa y en pocos minutos no se pudo entrar ni salir de la urbanización. Empezaron las preguntas de los detectives, pero al poco tiempo se dieron cuenta de que nadie conocía a Laura.
Todo el mundo la apreciaba por buena vecina y mejor persona, ayudaba en el centro social y una vez por semana iba a ala guardería a dar de comer a los niños. Había llegado al pueblo hacía casi tres años, no trabajaba y era muy celosa de su intimidad. Pero a pesar de eso acudía regularmente a las fiestas que organizaba la comunidad e incluso solía tomar café con algunas vecinas.
Laura era una mujer de esas que llaman de bandera, tenía un cuerpo perfecto y su cara no le iba a la zaga. Una piel oscura y satinada era la envidia de las demás mujeres y los grandes ojos marrones acercaban a los hombres.
Nunca supimos de su familia ni de amigos de otro tiempo, desconocíamos si era casada o como fue su tipo de vida anterior, pero todos coincidíamos en el cariño que sentíamos por ella.
Un surtido grupo de vecinos formábamos corro alrededor de la cinta amarilla, comentarios típicos de estos casos y desolación total, vimos salir su cadáver envuelto en una sábana blanca mientras se escucharon sollozos y algún que otro lamento. Tres días después aún no sabíamos el resultado de la auptosia, la policía mantenía un hermetismo absoluto.
Con el tiempo nos fuimos olvidando de Laura, cada uno se reintegró a sus quehaceres habituales y el ritmo de vida del pueblo volvió a ser el mismo. Por eso la mañana en que salió el artículo en el periódico local sobre su vida, el impacto fue de los que no se olvidan facilmente.
Para empezar, descubrieron que en el pasado Laura se llamó Julio, era un transexual buscado por la policía.
Tenía a su espalda varios cargos por asesinato que nunca se pudieron demostrar. Julio trabajaba bien, era cauto y receloso y un día desapareció. Se perdió la pista, la policía no entendía que pudo haber pasado; y apareció un año más tarde, con nombre falso y otro sexo. Julio fue perseguido por denuncias en la residencia de ancianos en donde trabajaba.
Entonces empezamos a entender porqué en nuestro pueblo...habían fallecido ultimamente tantas personas.
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