Lo llamé temprano como me dijo, al oír su voz pude sentir el aroma de su colonia barata y casi vi su pelo engominado. Estaría recién duchado y con cara de sueño, algo pálido por la reciente levantada y de mal humor.
Conocí a Juanma en una excursión que hice al campo, nueve amigas decidimos llevar a otros tantos conocidos del sexo masculino, fue un éxito y lo pasamos tan bien que nos emplazamos para repetir un mes después.
Juanma pertenecía a la clase de hombres que me gustaba, algo vulgar y con una media sonrisa que decía que las responsabilidades no iban con él. De mediana estatura, los vaqueros apretados y una camisa también vaquera de muchas temporadas atrás. Me enganchó en seguida, no se si fue la mirada penetrante y perspicaz o una sensación de astucia, lo cierto es que según lo vi me temblaron las rodillas.
Un mes más tarde él compartía mi piso y...poco más. Sin trabajo fijo, jugaba con lo que iba saliendo aunque no más de tres días seguidos, misteriosamente al cuarto ó quinto día siempre lo echaban. Yo pagaba mis gastos y los suyos y él, utilizaba mi coche y mi casa como propios.
Seis meses después de estar viviendo juntos, ya no sentía la misma pasión por él que cuando lo conocí, más bien se había convertido en desagrado. La ceguera del principio había desaparecido y se transmutó en apatía y frialdad. Reflexionaba con frecuencia en la forma en que podía hacerlo salir de mi casa.
Han pasado dos años y seguimos viviendo juntos, nunca imaginé que me tomaría tanto tiempo tomar una decisión.
Conocí a Juanma en una excursión que hice al campo, nueve amigas decidimos llevar a otros tantos conocidos del sexo masculino, fue un éxito y lo pasamos tan bien que nos emplazamos para repetir un mes después.
Juanma pertenecía a la clase de hombres que me gustaba, algo vulgar y con una media sonrisa que decía que las responsabilidades no iban con él. De mediana estatura, los vaqueros apretados y una camisa también vaquera de muchas temporadas atrás. Me enganchó en seguida, no se si fue la mirada penetrante y perspicaz o una sensación de astucia, lo cierto es que según lo vi me temblaron las rodillas.
Un mes más tarde él compartía mi piso y...poco más. Sin trabajo fijo, jugaba con lo que iba saliendo aunque no más de tres días seguidos, misteriosamente al cuarto ó quinto día siempre lo echaban. Yo pagaba mis gastos y los suyos y él, utilizaba mi coche y mi casa como propios.
Seis meses después de estar viviendo juntos, ya no sentía la misma pasión por él que cuando lo conocí, más bien se había convertido en desagrado. La ceguera del principio había desaparecido y se transmutó en apatía y frialdad. Reflexionaba con frecuencia en la forma en que podía hacerlo salir de mi casa.
Han pasado dos años y seguimos viviendo juntos, nunca imaginé que me tomaría tanto tiempo tomar una decisión.
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