Un cierto temor a equivocarme, acrecentaba mi inseguridad y cobardía.
Así etiquetaba el miedo que se apoderaba de mí al llegar a casa.
Así etiquetaba el miedo que se apoderaba de mí al llegar a casa.
Vivir con él, era estar la mayor parte del tiempo en la cuerda floja, no sabías en que momento y por que razón, saltaría como un energúmeno. Temblaba como una hoja cuando se acercaba, y no sabía que actitud tomar.
Día a día, esperaba el instante en que podría salir de esa prisión. Así y todo, he llegado a ser una mujer hecha y derecha y por un motivo u otro, no lo he abandonado.
Vivo sin esperanza y no espero nada del futuro, lo único que me mantiene es el desafío de la supervivencia diaria.
Por ese entonces llevaba un estilo de vida de lo más insulsa, si bien es cierto que mi pensamiento siempre estaba ocupado en él, en hacer las cosas lo mejor posible para no sufrir después las consecuencias. Pero nada era suficiente para su mente enferma.
Por aquel entonces sufrí un aborto y uno de sus amigos me aconsejó ir a un psicólogo, como él estuvo de acuerdo, acudí a uno cercano a mi casa. Eso fue el principio del fin.
Después de varias sesiones, comencé a abrir mi mente hacia otras expectativas que no sabía ni que existieran para mí. Simplemente, empecé a quererme. Para el psicólogo fue sencillo, absorbí con rapidez todo lo que me iba insinuando y pasados unos meses, tomé una decisión que cambió mi vida.
Vivo sin esperanza y no espero nada del futuro, lo único que me mantiene es el desafío de la supervivencia diaria.
Por ese entonces llevaba un estilo de vida de lo más insulsa, si bien es cierto que mi pensamiento siempre estaba ocupado en él, en hacer las cosas lo mejor posible para no sufrir después las consecuencias. Pero nada era suficiente para su mente enferma.
Por aquel entonces sufrí un aborto y uno de sus amigos me aconsejó ir a un psicólogo, como él estuvo de acuerdo, acudí a uno cercano a mi casa. Eso fue el principio del fin.
Después de varias sesiones, comencé a abrir mi mente hacia otras expectativas que no sabía ni que existieran para mí. Simplemente, empecé a quererme. Para el psicólogo fue sencillo, absorbí con rapidez todo lo que me iba insinuando y pasados unos meses, tomé una decisión que cambió mi vida.
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