sábado, 20 de agosto de 2011

Sin remordimientos.


                                      Con esa pasión que ponía en todo lo que hacía, Marianela tomó la decisión de salir de su casa y su pueblo. Quería viajar, conocer mundo, había tantas cosas por ver y por hacer, que consideraba no iba a tener tiempo.

                          Tenía cerca de los cuarenta, una familia, hijos y marido. Pero la decisión estaba tomada. Los chicos eran mayores y su marido la principal distracción que tenía, era ver la televisión con una cerveza en la mano. No estaba dispuesta a vivir así el resto de su vida.
                               Cuando les comunicó lo que pensaba hacer, su familia no se sorprendió, la conocían lo bastante bien para saber que tarde ó temprano iba a suceder. Y se marchó una alegre mañana de un caluroso verano.
                                  Empezó el largo viaje por el lugar más lejano que encontró en el mapa. Una isla maravillosa de cálidas aguas y arena blanca. Allí fue donde conoció a Gustavo.
                                  Profesor de surf, deportista acérrimo, le enseñó los secretos del mar y también sus propios secretos. Compartió con él días de intenso placer, en los que bañarse desnuda en el mar, saborear la más atractiva de las comidas y disfrutar de otro cuerpo, eran cosas tan nuevas como emocionantes. Sin ningún tipo de remordimiento, le fue infiel a su marido.
                                   También sin ningún remordimiento, se quedó para el resto de su vida en la isla, se olvidó de viajar y conocer mundo, lo que necesitaba, lo tenía todo al alcance de la mano.

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