miércoles, 24 de agosto de 2011

Como uña y carne.


                                        Me quedaría un rato más, el paisaje me relajaba y hacía sentirme mejor, pero quedé con mi madre a las cinco y la hora se acercaba. 
                         Llegué a su casa un rato más tarde de lo que quedamos, envuelta en una triste oscuridad, ya que el día tocaba a su fin. Ella como siempre me recibió con un cálido abrazo que me hacía sentir como si no  hubiera pasado el tiempo. Mi madre era así, cariñosa y espontánea, a todo el que pasaba por su casa, le abría su corazón. 
                                  Pero se quedó embarazada sin quererlo, me vi con un hermano pequeño después de toda una vida de ser hija única. Me supuso un terrible golpe, pues a pesar de ser mayor, estaba acostumbrada a tener a mi madre sólo para mí. Cuando mi hermano empezó a crecer, fue todavía peor, era lo que suelen llamar un niño conflictivo.  No atendía a razones y demandaba atención de continuo. 
                                   Cuando iba a casa, me encasquetaban a mi hermano, que lo cuidaran un rato era una liberación para mis padres. Para mí, una auténtica tortura. Pero según fue pasando el tiempo, aprendí a entenderlo, me hice su amiga, y cuando tuvo unos años más, supe que él y yo seríamos por siempre uña y carne.                                 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hola, gracias por dejar sus comentarios, prometo contestar a todos. Besos, Maca.