martes, 31 de mayo de 2011

La enfermedad lo cambió.

                 Me salió un agudo tono de voz cuando me enfrenté directamente a sus palabras, si supieras el sufrimiento que me has causado y con el que he tenido que vivir todos estos años, hablarías de otra forma. Me miró como si viera a una desconocida, no entendía lo que después de tanto rato, intentaba explicarle, era como hablar con una pared. La pared, que en este caso tiene nombre y apellidos, se dio media vuelta y salió de la casa. Buscando apoyo, recurrí a mi madre, ella siempre comprendía mi situación y encontraba las palabras adecuadas para hacerme sentir mejor.
                       Mi padre, no es que fuera malo, aunque dicho así suena un tanto ambiguo, pero era el típico padre que protestaba por todo, si no había nada por lo que estar mal, él lo buscaba para continuar con su protesta. Cuando en casa todos fuimos creciendo, nos marchamos según pudimos, era imposible resistir esa especie de tortura psicológica a la que nos había sometido, aún sin él darse cuenta.
                            Y cuando todos nos habíamos ido de casa y mi madre estaba sola con él, fue cuando un día cualquiera, la avisaron de que estaba hospitalizado. Una ictus cerebral, postró a mi padre en la cama. Y tanto mis hermanos como yo, volvimos a casa para ayudar a mi madre.
                       Se fue recuperando poco a poco, era fuerte, pero lo más singular de esta historia, es que perdió la memoria y también cambió su manera de ser. Al año, estaba casi recuperado, era otra persona, no recordaba el pasado y nosotros, intentábamos que su presente fuera menos siniestro que su anterior forma de ser. Resolvimos quedarnos en casa, la persona que conocimos había cambiado para mejor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Hola, gracias por dejar sus comentarios, prometo contestar a todos. Besos, Maca.