Anclada en la tierra.

                              No se como empezar esta historia, sólo puedo contar lo que me dice el alma y no es que sea demasiado, los recuerdos que vienen a mi mente, están mezclados y se agolpan de una manera que me cuesta deshacer la trama. También es cierto que yo era muy pequeña y no tengo la retentiva de un adulto, pero haré lo que pueda.
                               Es verdad que me acuerdo del incendio, algo tan atroz es difícil de olvidar, también la caída de la casa y el horrible ruido que hizo al desplomarse. Pero no puedo recordar ni los  lugares en donde vivimos tantos años, ni siquiera el lago con su bosque. Sé que pasé mi infancia en esa zona y que fui feliz, pero lo sé porque alguien de la familia me lo contó, no por recuerdos.
                          Pero aunque mis padres murieron en el siniestro, tuve a una tía que me mantuvo al tanto. Ella hizo para mí, de padre y madre, la única familia con la que pude contar. Y pasó el tiempo, que para mis cortos años no fue nada dramático, quizá lo fue más para los mayores que me rodeaban. Mi tía murió hace ya unos años, ahora no tengo familia, me siento un tanto sola en ese aspecto, pues aunque si bien es cierto que estoy rodeada de buenos amigos, pienso que no es lo mismo, la familia, sería para mi, algo así como las raíces, lo que me mantendría anclada en la tierra y de esta manera me siento como si fuera una planta que un fuerte viento, la puede zarandear en cualquier momento.

                           Y sintiendo de esa manera, viví mis años de juventud. Pero ahora que tengo una edad en que necesito sentir que al llegar a mi casa, hay algo que me espera, algo que me enraiza con la vida. 
               No pensé que me fuera tan fácil conseguirlo. Me casé y tuve hijos, entonces pude entender lo que significaba tener una familia, unas raíces, algún punto de referencia en donde agarrarnos en los malos momentos y con los que poder disfrutar en los buenos.