Cuando mi padre se enteró que estaba embarazada, me echó de mi casa. Más lo sentí por mis hermanos y mi madre que por mí, porque el verlos en la puerta despidiéndome, es algo que no podré olvidar nunca. Me fui a casa de mi otra hermana, era la mayor de todas y vivía en un pueblo lejos del nuestro, siempre pensé que se había casado para poder salir de las garras de mi padre. Su marido no era nada del otro mundo y no creo que estuviera enamorada de él. Estuve un mes con ella y confirmé mis sospechas, muchas noches de conversación y días enteros para comprender, me dio a entender que quería marcharse conmigo. Le sugerí que primero pidiera el divorcio, que al no haber niños por medio no sería muy complicado y después, ya tomaríamos decisiones. Así lo hizo, dos meses mas tarde, nos embarcamos las dos en la aventura de nuestra vida, bueno, las dos y medio.
La idea que teníamos era llegar a algún lugar en donde pudiéramos alquilar un local y poner algo, no sabíamos que, íbamos un poco a la buena de Dios.
En un pueblo a varios días de camino, nos paramos a descansar, vimos el cartel de se alquila enfrente de la cafetería en donde estábamos sentadas, no era un lugar de paso, se notaba transitado, había muchas tiendas alrededor. No nos lo pensamos dos veces, pusimos una pequeña tienda de regalos, barata y asequible a las gentes de los alrededores. Nos fue bastante bien, tiempo después, llamamos a casa y le dijimos a nuestra madre que viniera a visitarnos, era lo que más queríamos. Vino con todos los chicos, pasamos unos días increíbles, parecía como si el tiempo, realmente, para nosotras, no hubiera pasado.
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