domingo, 6 de febrero de 2011

LOS SUEÑOS Y EL SIQUIATRA.


Las caras de todas aquellas personas me eran desconocidas y eso me hacía sentir una terrible ansiedad, pues estar en un lugar que en mi sueño me parecía tan íntimo y familiar con gente extraña, casi me ocasionaba terribles ganas de huir. Fue lo que hice en ese momento, me vi perseguida por  rostros que no me terminaban de dejar en paz, eran personas sin cuerpo, sólo caras en persecución mía.
              Sentí mi respiración acelerada y como el corazón desbocado me atenazaba la garganta, el aire le costaba pasar y me desperté  sofocada y   dando unas boqueadas como un pez fuera del agua.
          Al día siguiente, sin pensármelo mucho más, acudí a un siquiatra, ya tenía uno localizado, no había ido hasta entonces, pensando que quizá los sueños irían pasando, pero en vista de que cada vez iban a peor, pensé que el médico me podría ayudar. A las doce en punto estaba en su consulta, me atendió en seguida, un hombre de unos cuarenta años, asequible y agradable. Imaginé que así debían ser todos. 
                    Tres semanas después, es cierto que me encontraba un poco mejor, los sueños no eran tan seguidos e íbamos a iniciar una terapia con un grupo de cinco personas más. Le dije que lo intentaría, no es que confiara mucho, pero haría un esfuerzo.
                      Empezamos el tratamiento, para mi sorpresa, el siquiatra, era un auténtico manipulador, no se como no me di cuenta antes, las personas que formaban el grupo se dejaban llevar a donde él les indicaba sin el menor esfuerzo, pero conmigo le costó, no me hice a su forma de llevar el grupo ya que no me pareció correcto, veía las caras de las pobres gentes, que incluso parecían agradecidas por lo que hacía por ellas. Esas personas desconocidas, parecían las de mi sueños, sólo rostros, no me perseguían, el que si iba a terminar haciéndolo era el mal médico al que había acudido. Casi pude sentir el mismo ahogo si me quedaba un minuto más en ese lugar, me levanté y me marché para no volver jamás. 
                              A partir de ese día no me digan como, los sueños desaparecieron de mi vida.
                         
              

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