domingo, 6 de febrero de 2011

EL HOMBRE QUE LLEGÓ DEL MAR.

                 Nuestro pueblo, hermoso como pocos, lo habían hecho hacía poco patrimonio de la humanidad. Era el orgullo de los habitantes, turistas a mansalva lo visitaban en cualquier fecha del año. Aquella mañana de un Marzo en que se presentó templado e inusual para esa época, nos despertamos con una tremenda algarabía, también impropia de la hora, alguien encontró a un hombre medio muerto en las aguas de la playa, no supieron de donde llegaba ni quien era. Se empezaron a hacer conjeturas, parecía un turista que se hubiera caído de alguna embarcación, pero a aquellas horas aun no había salido ninguna. Lo trasladaron al pequeño hospital y ahí estuvo en coma durante una semana, después despertó y no recordaba nada. 
                       El ayuntamiento le pagó la instalación en el hostal de la zona, en alguna parte había que dejarlo hasta averiguar quien era. Lo veíamos pasear a diario por todas partes, lo llegamos a conocer bien, porque era amable y simpático, hablaba nuestro idioma casi correctamente, parecía como si fuera profesor de algo, porque era bastante culto, se interesaba por todo lo que no conocía y nos preguntaba. 
                        Entonces yo, que estaba a cargo del hostal, de una manera de lo más tonta, me empecé a enamorar de ese desconocido, que cualquier día vendría su mujer a buscarlo. No entendí como me pudo pasar algo así, una persona sin pasado, tampoco sin presente y sabe Dios si tendría futuro. Pero en los sentimientos, no manda nadie, ni siquiera uno mismo. Por las tardes empecé a acompañarlo en sus paseos por la playa, se notaba que vivía en alguna zona donde también la había, porque se le notaba que no era las primeras veces que pisaba una. 
                         Un mes más tarde, aun no se sabía nada de la familia, nadie en ninguna parte del mundo, lo reclamaba, nadie se había preocupado, un amigo, un jefe en un trabajo, no lo entendía. 
                       Seis meses después trabajaba en la cafetería del pueblo, por su amabilidad y su agradable forma de ser, no le costó que le dieran el puesto, el dijo que necesitaba dinero, que no podía estar expensas de la caridad de otros. Alquiló la habitación donde vivía y se le notaba a gusto. Un año mas tarde salíamos juntos. Yo me sentía la mujer más feliz del mundo, del mundo, del mundoooo....
                     .... el sueño me hizo abrir los ojos y pensar que me hubiera gustado que se hiciera realidad.....

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