
La idolatraba de tal forma, que ella se llegaba a sentir agobiada entre tanta adoración. No necesitaba ese afecto a todas horas del día, que le llegaba a producir una cierta sensación de apego que más que nada, la hacía sentir como si estuviera encarcelada. Cuando lo conoció, hacía ya casi tres años, fue todo ternura y una atracción que de tan intensa, se convirtió en amor en poco tiempo. Pero cuando ella se empezó a dar cuenta del agobio al que la tenía sometida, inició un cierto alejamiento, pues no era agradable tener una persona las veinticuatro horas del día pegada a tí.
Decidió que lo mejor era poner tierra por medio. Y mientras más lejos, mejor. Así que un buen día, sin decir nada a nadie, desapareció de su casa. Él no se enteró de lo que había pasado, se vino a dar cuenta tiempo después.
La prisión a la que se había visto sometida durante tanto tiempo, se convirtió al salir de su casa en libertad e independencia, nunca, jamás, había podido respirar de aquella manera tan auténtica.
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