lunes, 20 de diciembre de 2010

LA LOTERA

                Un cigarrillo siempre encendido, era su seña de identidad. Nadie había conseguido ni quitar, ni disminuir el vicio que iba con ella a todas partes, ni que se les ocurriera. Mas de uno lo intentó, pero se había quedado en el camino. Llegaba todas las mañanas, recién duchada, el pelo mojado, fresca, el cigarrillo en los labios, todos sabían que se había tomado un café en la cafetería de la esquina, era de costumbres rutinarias, montaba su chiringuito, comenzaba su jornada. Marcela vendía lotería en la esquina de mi casa y todos la conocíamos por la lotera, una persona entrañable donde las hubiera, nunca se le escuchó una mala palabra ni ningún tipo de enredo ni tapujo, ella era tal y como se presentaba ante el mundo, simplemente, auténtica.
                  El día que no vino, la echamos de menos y los vecinos de la zona nos preocupamos por su ausencia, pensamos que estaría enferma, pues nunca había faltado a su esquina. No teníamos a quien preguntarle, pues Marcela no tenía familia, días después, descubrimos con indescriptible tristeza, una pequeña esquela con su nombre en el periódico local, la había puesto la asociación de loteros, alguien la encontró muerta en su casa, a nuestra Marcela, que parecía  formar parte del barrio.No pudimos ni siquiera acudir a su entierro, nos tuvimos que conformar, con recordarla siempre, como una de las personas que nunca se escaparán de nuestra memoria.

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