miércoles, 29 de diciembre de 2010

EL ANGEL

                    Estaba provisto de unas alas que no parecían suaves y etéreas como deberían ser según su proceder, todo lo contrario, eran como toscas y duras. Porque estoy hablando de un ángel, de uno que encontré en un lugar cualquiera. Imaginen mi sorpresa, igual hubiera sido la suya, si al dar la vuelta a la esquina de un calle, en vez de tropezar con una persona, uno tropieza con un ángel. Sí, con alas y todo, pero no vestido de blanco como se suponía que tenía que estar, no, la túnica que llevaba, de un intenso tono azul, y las alas, fuertes y resistentes, no parecían dignas de su categoría, más bien como que eran de un tipo de una película de terror. Pues aparte de la consistencia, eran de un repugnante color verdioscuro, en donde unas depresiones de diferentes tamaños, de tonos entre anaranjados y rojos, cubrían toda la zona.
                       Monstruoso, siniestro, no encuentro una palabra mejor para describirlo. La cosa aquella, que llamo ángel por llamarlo de alguna forma, se me quedó quieto, mirando durante un buen rato, el mismo que le mantuve yo la mirada sin saber que hacer. Entonces, tranquilamente me habló, sólo me dijo, que en que momento de mi vida, mi opinión cambió, que porqué en este instante pensaba que el dios en el que toda la vida confíe, ya no existía. 
                       

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