

Con frecuencia, por no decir siempre, encontré buenas personas en todos los sitios en los que iba cayendo, puertas abiertas en casi todos los lugares y brazos abiertos para recibirme. Me fascinaba, como la gente respondía con tanta amabilidad a los forasteros que llegábamos de la misma forma agradable, aunque por lógica tenía que ser así.
De aquella forma, estuve viviendo muchos años, era feliz y no necesitaba nada más en mi vida. Pasado mucho tiempo, conocí a una persona que se convirtió en mi acompañante, entre los dos el mundo se hizo pequeño, cuando llegó el momento en que se me apeteció tener un hijo, paré la marcha y me convertí en una persona más sedentaria, no me arrepentí, porque por mi pequeño, haría lo que fuera.
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