miércoles, 24 de noviembre de 2010

MI TÍTULO Y MIS VALORES

            La satisfacción del momento en que el profesor me entregó lo que yo le llamaba el papelucho, hizo que algo parecido al corazón desbocado, me atacara, no quería pensar que fuera eso, me daba hasta verguenza, pues por una simple entrega de un diploma que me diera taquicardia, me parecía vergonzante. Pero me había costado mucho, no sólo las típicas horas de sueño y de estudio, como a todo el mundo, sino que aparte de eso, el cuidado de mi madre y mi hermana pequeña, suponía también un agobio y una perdida de horas. Mi madre, porque tenía una incapacidad mental, una depresión hace ya muchos años, la dejó casi incapaz de valerse por si misma, las cosas de la casa y todo lo que fuera comida, papeleo, etc. lo tenía que hacer yo, a eso sumarle una chica de trece años, que necesita ayuda para estudios y demás, bueno, esa era la historia de mi vida. Pero el día de hoy, no me importaba nada, porque el hecho de tener en mi mano mi título de médico, me bastaba.
                   Empecé a trabajar un mes después, me lo organicé bien en casa, una vecina le echaba un ojo a mi madre, mi hermana en el instituto, yo, feliz en el hospital.  No durante mucho tiempo, mi carácter era, quizá, un tanto idealista y romántico, el departamento en el que empecé a trabajar, no cumplía mis expectativas como tal. No me gustaba el trato con el paciente, ni entre ellos mismos, no era el sitio indicado para mí, me marché dos meses después y con otro compañero que tenía las mismas inquietudes que yo, montamos un pequeño despacho, con el tiempo fue dando sus frutos, lo ampliamos, hicimos una clínica un tanto diminuta, nuestro presupuesto, no daba para más, pero era lo que queríamos, estabamos felices, actuábamos como nos indicaban nuestros valores.
 

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