lunes, 22 de noviembre de 2010

AQUEL HOMBRE...

                                                Lo absurdo del momento que nos mantuvo separados durante tanto tiempo, fue difícil de comprender para ambos. De esa forma tan cruel y malinterpretada, nuestras vidas se distanciaron, volver a unirse parecía imposible. Pero hay algo mas allá de lo que  imaginamos, aquél instante en que pasó.
                                  Así que una triste noche, en que despedíamos a un conocido, en aquella iglesia llena de gente, tú en un extremo, yo en el otro, desde la distancia, sentí tu presencia, algo se revolvió en mi interior y me hizo mirar con languidez hacia el fondo de la oscura capilla.
                      Y allí estabas como siempre, impertérrito, emanando sexualidad por todos los poros de tu cuerpo. Se notaba a las mujeres jóvenes de tu alrededor como te miraban sin disimulo. Creí desmayarme, esa fue la sensación que sentí. Me sobrepuse como pude, quizá la respiración profunda o intentar recordar el abandono de otros momentos me ayudó. 
                        Cuando acabó la misa, no quise esperar para verte, sabía muy bien cual era el desenlace, un hola y un adiós, no iba a sufrir de nuevo otra despedida.
                           Me fui casi corriendo a casa, me refugié en lo que conocía, el que podía haber sido el hombre de mi vida, hacía tiempo que lo había metido en el baúl de mis recuerdos.

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