domingo, 24 de octubre de 2010

TODO TIENE UN PORQUÉ

                 Aquella mañana, cuando salí de mi casa, se presentaba como cualquier otra, nunca pude imaginar, que era la última vez que iba a realizar esa rutina diaria. Vivía en un barrio bastante tranquilo y tenía un trabajo que si bien no ganaba demasiado, para mi sola no estaba mal. No tenía familia, mis padres habían muerto hacía ya cinco años y no tenía hermanos, pero estaba acostumbrada, tenía buenos amigos y con eso me bastaba. Hoy día, con mis cuarenta años, realmente tenía una tranquilidad emocional con la que estaba bastante satisfecha. Pero la vida da muchas vueltas, llevaba tantos años de estabilidad, que creo que ya se me había olvidado. Lo recordé en un instante, cuando esa mañana me llamó al trabajo mi vecina y amiga, para decirme que fuera rápido que había habido en incendio en mi casa.
                      Le conté a una compañera lo que pasaba y rapidamente, me marché. Al llegar, creí que se me caía el alma a los pies, todos los vecinos estaban en la calle, los bomberos intentaban sofocar el fuego que aunque no había comenzado en mi piso, lo había afectado de manera considerable. Unas horas mas tarde, cuando nos dejaron subir, me di cuenta que había perdido mi casa, no tenía seguro, pues con mi pequeño sueldo no me pareció lo mas importante, lo peor era que aun pagaba la hipoteca y no creo que me diera para un alquiler. 
                      La cabeza me daba vueltas, tenía que centrarme para ver cuales iban a ser mis pasos siguientes. Me busque una casa de alquiler, por suerte, tenía algunos ahorros, porque tuve que comprar ropa y los utensilios necesarios de la casa, nada se salvó del incendio.
                          Dicen que las desgracias no vienen solas, tres meses mas tarde, mi empresa quebró, nos pusieron a todos en la calle con una mísera cantidad de dinero en la mano. Me vi sin trabajo y pagando hipoteca y alquiler, mi futuro no se presentaba muy halagueño.
                            Mientras me dedicaba a echar currículums en todas las empresas conocidas, tenía mucho tiempo para pensar, me acordé de una amiga de hace años que se dedicaba a hacer trabajos manuales, los vendía a pequeña escala, pero vivía de eso. La llamé y nos vimos, empecé a trabajar con ella, siempre se me dio bien las manualidades, Viviana hacía pulseras, anillos y todo lo que fuera bisutería y adornos. Poco a poco su pequeña empresa empezó a crecer, estábamos contentas, trabajábamos duro, pero eso no era un problema. 
                                Años después, con una mediana empresa en condiciones y socia de Viviana, feliz en mi nueva condición de empresaria, pensé que las cosas no suceden porque si, que todo en la vida tiene un porqué.

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