martes, 28 de septiembre de 2010

EL PRESENTIMIENTO

Las manos que con intensa fuerza se ceñían a su cuello y la empujaban a lo mas profundo del lago, eran unas manos queridas, o así lo sentía  en su sueño, cuando sus pulmones llenos de agua ya no podían respirar, se despertaba llorando, con una crisis de ansiedad, que en ocasiones la había hecho llamar al servicio de emergencias de madrugada, pues la sensación de muerte inminente la empujaba a ello. La siquiatra que la atendía le habló de posibilidades, un padre que le hubiera ocasionado daños, quizá un familiar cercano, pero su padre había muerto, cuando sucedió, ella era muy pequeña para recordar nada, familiares no tenía, fue adoptada al nacer, no conoció nunca a su familia biológica, ni tenía interés, pues la que tenía era la auténtica. Pero el mal de la noche, como ella lo llamaba, la perseguía, cada vez se acostaba mas tarde, el miedo a dormirse, a encontrarse con su enemigo en sueños, era en verdad, atroz. 
                 Cuando conoció a Jaime un hipnotizador de prestigio, sus problemas empezaron a solucionarse, pues él inició una serie de sesiones, que si bien no era hipnosis propiamente dicha, consistía en unas técnicas de relajamiento, que poco a poco hizo que la ansiedad y el estrés del sueño se vieran reducidos, de tal forma que un año mas tarde, podía dormir bien. 
                           No lo pensó cuando  seis meses después, Jaime le pidió matrimonio de la manera mas clásica y romántica, se casaron en la iglesia de su zona y compraron un precioso chalecito en las afueras. Ella le dijo a sus amigas que estaba viviendo la mejor época de su vida.
                          Dos años mas tarde, Lucía esperaba su primer hijo, el primero para ambos, no cabían en sí de ilusión y dicha. Como ella decía, llevaba vida de rica, por las mañanas se levantaba tarde y se daba un largo baño en la piscina, después iba a comprar, con Jaime o sin él. La tarde la empleaba en visitar a alguna amiga o zaranganear por la casa, no estaba acostumbrada a ese tipo de vida, pero el embarazo la tenía cansada y con mucho sueño. 
                             Pero entonces empezaron los problemas, en forma de dudas, Jaime pasaba mucho tiempo fuera de casa, cada vez más, alguna que otra noche incluso no llegó, pretextando pacientes en un hospital lejano y el colmo fue cuando empezó a viajar los fines de semana, dejándola sola.
                                 Fueron inútiles las preguntas directas, ni el intentar algún tipo de comunicación, nada dio resultad. Empezó a escucharlo mientras hablaba por teléfono, a oler la ropa cuando llegaba y registrar los bolsillos o mirar las llamadas y mensajes de móvil. Y, así, descubrió que la engañaba, había otra mujer en su vida, de tan triste, casi no se lo podía creer.
                                    Se lo dijo, pero él lo negó todo, la tachó de loca y perturbada, llegó a decirle que el embarazo la estaba afectando hasta límites insospechados. Pero Lucía lo tenía claro, no sabía todavía que decisión tomar. Esa tarde, en contra de su costumbre, se dio un baño en la piscina, necesitaba relajarse. Pero fue entonces, en el oscuro silencio de la noche, cuando oyó los cautelosos pasos de su marido, lo imaginó antes de que pasara, gritó antes de que sus manos se ciñeran a su cuello  y sintiera el agua entrando a borbotones en sus pulmones. Los gritos la salvaron, pues los vecinos de los alrededores acudieron rápido en su ayuda, mientras el asesino desaparecía de su vida para siempre. 
                                        Entonces se dio cuenta que su sueño no era, sino, por desgracia, un terrible presentimiento.

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