Sólo se oía el hervor de la lluvia en los cristales. Cerró los ojos de nuevo e intentó recordar el sonido de la tetera cuando su madre preparaba el te por las mañanas, era parecido y se relajó unos minutos con el pensamiento. Le pasaba a menudo, se tranquilizaba con la comparación de sonidos pero después, al volver a la realidad, sentía con fuerzas las ausencias.
Con frecuencia por las noches escuchaba los ruidos de la vieja casa de madera, crujían las tablas del piso y los roperos de cedro protestaban, incluso percibía las familiares pisadas de su madre y una vez incluso se vio caminando por la casa, llegó a oír los ruidos de sus hermanos pequeños llorando y los gritos de protesta su padre. Cuando despertó, se sintió reconfortado.
Jaime estiró la mano y alcanzó su bastón, se levantó con esfuerzo y estiró piernas y brazos con movimientos lentos, una vez que alcanzó la mesa de madera, se sentó en una silla y como hacía a diario, repasó los álbumes una vez más.
Sabía que dentro de poco nada de eso sería suyo, que el Alzheimer se llevaría sus recuerdos y emociones a sitios tan profundos en donde él... no tendría acceso nunca más.
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