jueves, 9 de febrero de 2012

La detective.

                                          Discreto y bien vestido, avanzaba a paso ligero por la calle principal. Se notaba una persona resuelta y acostumbrada a mandar, no se si en su casa o en una empresa, pero estaba segura de que si era en esta última, tendría un alto cargo. El bigotillo que adornaba su labio superior, ya pasado de moda, parecía reírse de su dueño, pues ya no se veían ese tipo de adornos. 
                               Un poco por saber a donde se dirigía y otro poco por mi incansable costumbre detectivesca, la cuestión es que lo seguí por la acera frente de la suya. Me sorprendí al verlo entrar a la agencia de detectives que se encontraba en una vieja casa terrera.
                                      Era ya mediodía y pensé que la secretaria había salido a comer, subí las escaleras tras él, mientras me tropezaba con ella. La saludé con educación y como si tal cosa me senté en la salita de espera.
                                       Conocía al dueño, un tal Gervasio porque trabajé con él varios años. Yo tenía ahora mi propia agencia y me iba bastante bien, mientras estudiaba hice prácticas allí.
                                         Empecé a desesperarme una hora más tarde, el del bigote no salía y me aburría de jugar con mi móvil. Al rato escuché los pasos acercándose a la puerta, me enderecé en mi asiento mientras Gervasio despedía al cliente. Se sorprendió al verme pero disimuló bastante bien  mientras yo  sonreía al tipo que se iba. 
                                           Hablamos durante un rato de cosas sin importancia y le pregunté con cautela quien era la visita. Cuando me dijo que era su hermano que había pasado a verle, pensé...que todavía me quedaba mucho por aprender.











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