miércoles, 23 de noviembre de 2011

La bala perdida.

                                 Bajé al barranco una vez más, sólo podía llegar hasta un cierto punto porque de ahí para abajo era tan profundo que no se veía el final. Los niños de la zona lo hacíamos con frecuencia, ellos fueron perdiendo interés según crecieron pero yo recordaba a diario la palabras de mi abuelo y aquello formaba parte de mí. 
                                    Lo llamaban el barranco de Jinámar, la sima estaba un poco más alejada y según contaba mi abuelo, por ahí tiraban a los presos uno de los bandos en la guerra Civil Española. Decía que los iban a buscar a sus casas de noche, sin previo aviso los arrastraban hasta ese lugar maldito y por el simple hecho de ser del otro lado, merecían la muerte.
                                     Mi abuelo y yo íbamos con frecuencia a la sima, nos sentábamos en el  borde y él, lloraba...
                                    
                               Recordaba a sus muertos. Eran tantos que un día le pedí nombres y no me los quiso dar, no se acordaba de todos. 
                           En una ocasión me habló de la cantidad de cadáveres que habría ahí abajo. Antepasados nuestros, me dijo, tuyos y míos. Como yo no sabía el significado de la palabra se lo pregunté. Parientes, me respondió, parientes nuestros, como primos o tíos o hermanos. 
                                    Me dio cierto repeluz escucharlo hablar así. Me contaba que a veces les pegaban un tiro antes de tirarlos, pero si no tenían balas, los echaban directamente. 
                                 Cuando mi abuelo y yo encontramos aquel día la bala perdida, me hizo prometer que nunca se lo diría a mi madre, pues en la familia era sabido que mi madre odiaba las armas y lo que a ello se refiriera. La guardamos como un tesoro, en la piedra aún se notaba el agujero en donde había impactado. Mi abuelo dijo que a lo mejor aquella bala perdida impidió que se matara a alguien. 
                                    Mi abuelo hablaba de la muerte con la misma facilidad con  que hablaba de la vida. Unos meses antes de morir, recuerdo que me dijo que en una guerra nadie gana, pues todos son perdedores.









1 comentario:

  1. Bien.....siempre hay que honrar a los muertos.
    Que bonitos recuerdos,eh?....
    besos

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Hola, gracias por dejar sus comentarios, prometo contestar a todos. Besos, Maca.