Los dos jóvenes luchaban sin piedad por hacerse entender. El pequeño apartamento testigo de sus odios, era demasiado estrecho para soportar la pelea.
No los veía pero podía imaginar con nitidez la escena, los dos impetuosos y apasionados frustrados en su dolor y las heridas sangrantes al descubierto.
Por momentos surgían silencios que hablaban de adoptar decisiones, pero después de palabras susurradas y algún llanto mal disimulado, volvían con más fuerza si cabe. En esta ocasión se escuchaba claramente el estrépito causado por los platos rotos y en el revuelo surgían sin piedad palabras que jamás se olvidarían.
El pleito fue subiendo de tono y por un instante pensé en tocar a su puerta pegada a la mía o en llamar a la policía, pero algo me impelía a no hacerlo; esperaba que como en otras ocasiones llegaran a buen puerto y que un momento de amor diera por terminada la fatídica historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Hola, gracias por dejar sus comentarios, prometo contestar a todos. Besos, Maca.