domingo, 11 de septiembre de 2011

Madre.

                                   Sentí con escepticismo la fuerza del destino sobre mí. Pensamientos intensos y desagradables me acompañaron en aquella calurosa mañana. No habría jamás un porqué a tan obtusa situación, dejé la mente vagar sin norte, sin dirección exacta, y de pronto me di cuenta de que mis pies la habían acompañado llegando al sitio adecuado.
                                  Con decisión toqué en su puerta, ella abrió con prontitud, como si me estuviera esperando. Sorpresa y algo de tristeza fue lo que pude descubrir en su cara ajada por el paso del tiempo. Verticalidad en sus arrugas y en las lágrimas que recorrían su rostro. 
                                        Me miró con dolor y calma, sólo pude pronunciar con extremo dolor, una vez más su nombre: madre.
 
                   

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