lunes, 12 de septiembre de 2011

La dependienta.

                                       Caminaba con el periódico recién comprado en la mano, mirando distraidamente los anuncios en  que se ofrecían trabajos. No iba a resultar fácil encontrar lo que buscaba, lo sabía, pero tenía tanto entusiasmo que me daba igual. Sólo quería algo que me permitiera vivir con una cierta holgura. Pensé que quizá de dependienta en una tienda de ropa, estaría bien, por eso me pateaba la zona a diario. 
            Llegué a la ciudad hacía un mes, compartía piso con una amiga, pero la idea era tener el mío propio, los pocos ahorros se me iba acabando, darme prisa en encontrar algo, era mi prioridad.
           Al pasar por un comercio vi el anuncio en la puerta y entré a preguntar. "Se necesita dependienta", entré a probar suerte y salí como unas castañuelas, el puesto era mío. Pensé que mi suerte estaba cambiando. Íbamos a ser dos chicas, la otra, joven como yo, me habló del raro carácter del dueño, que la última dependienta que estuvo desapareció al poco tiempo de llegar ella y que se enteró que hacía años a otra le pasó lo mismo. 

                      Pero yo estaba tan feliz que no hice caso de los chismorreos y acudí puntual al siguiente día. La tienda aún estaba cerrada, en la puerta un letrero blanco escrito con rotulador negro: 
                                "Cerrado por asesinato de la dependienta."


               

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