jueves, 8 de septiembre de 2011

En una esquina.

                                          La mañana más soleada y apetecible del mes de Mayo, tuve un encontronazo en la esquina de mi calle por el que me faltó muy poco para acabar en el suelo. Iba hablando por teléfono, di la vuelta pensando en no sé qué, y el tipo aquel me embistió de la peor de las maneras.
                   Resbalé sin llegar a caer, el hombre que tenía delante, me cogió con fuerza y me sujetó. Sonreí como una tonta al mirarle a la cara, sólo pude pensar en lo guapísimo que era.
                      Mientras él se disculpaba, yo no lo escuchaba, tenía un tono de voz agradable y susurrante, que hacía que el tipo me gustara cada vez más. Así que viendo lo desfallecida que estaba, tuvo la buena idea de invitarme a un café. 
                        Lo que se suponía que iba a ser un tiempo corto delante de una mesa, se convirtió en casi una hora. Dio para hablar mucho de la vida de cada uno. Era un buen conversador y se nos pasó el tiempo con rapidez. Quedamos para el siguiente día de nuevo, yo también le había gustado, llegué a casa eufórica.
                        De esa forma tan casual, me enamoré, está claro que no hay que rebuscar mucho para encontrar el amor.      

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