lunes, 4 de abril de 2011

Mi abuela es una bruja.


La casa de mi abuela es dulce y tiene un olor especial. Bueno, sí, olor a especias y todo tipo de hierbas y potingues que uno pueda imaginarse, es normal, porque mi abuela es bruja, al menos eso es lo que dicen la gente del pueblo cercano que no por eso dejan de visitarla a diario.
                      Pero mi abuela no es de las brujas clásicas de los cuentos, no, que va, todo el que la conoce termina enamorándose de ella. Aparte de ser un encanto de persona, es alta y delgada, suele ir casi siempre con unos vaqueros ceñidos y camisetas, le fascinan las playeras en invierno y las cholas en verano, dejando ver unos pies perfectos.
                          Claro, que es joven, porque cuando mis padres fallecieron y ella se quedó a mi cargo, yo tenía dos años, ella treinta y siete, hoy día creo que ronda los cincuenta y ocho, pero como los lleva tan bien y su vitalidad es asombrosa, parece mucho más joven.
                    Ella y yo, formamos una pareja increíble y de lo más ingeniosa, siempre estamos inventando cosas e historias, nos divertimos juntas, realmente no nos hace falta más compañía.
                        Así vivimos durante quince años, hasta el día en que se enfermó, le dio un ictus cerebral con secuelas importantes. En cuanto estuvo un poco mejor, nos volvimos a casa, se que necesita estar en su ambiente, con sus olores y sus potingues.
                         Le doy sus masajes a diario, la medicación, le hablo continuamente para que no olvide, poco a poco va mejorando, se que es lento. Yo sigo con su trabajo como si no hubiera pasado nada.
                      Cuando mi abuela esté bien, volveremos las dos al campo, a recoger hierbas y frutos para preparar sus brebajes....de bruja buena.

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