En la noche de Halloween, en que parece que todo resulta terrorífico, salimos disfrazados como todos los años. No íbamos con niños, sólo adultos, los disfraces eran a cada cual más aterrador, así que no se nos ocurrió sino ir de una forma como si no pasara nada, tranquilos, pero en el fondo sabiendo que a la primera de cambio empezaríamos con una historia de estridentes escándalos y barullos.
Por supuesto que no se nos ocurría ir por las casas con eso de los caramelos y demás, lo que hacíamos era andar por la calle metiendo miedo a la gente que nos encontrábamos en el camino.
Desde luego con aquellas vestimentas tan lúgubres y satánicas, no era de extrañar, que casi todo el mundo se pusiera a gritar o cuando menos a empezar a correr como locos. De lo más trágico y fúnebre, era desde luego, lo que llevábamos encima, pero era tan sólo una fiesta, una fiesta que no a todos nos parecía lo mismo, por que lo que era a mi, no me sugería nada divertido, ni siquiera me entusiasmaba.
A eso de la madrugada, aun estábamos en medio de un carnaval, nos habíamos reunido con un grupo de amigos, en una casa en las afueras y no veas lo bien que se lo estaban pasando todos. Habían tirado fuegos artificiales, piñatas y multitud de cohetes y demás, el alcohol, al cien por cien, en verdad la casa, era especial, con piscina, tenis y todo lo que hiciera falta.
Pero no terminó demasiado bien, pues hubo dos personas con coma etílico y tuvieron que venir a buscarlos ambulancias. En fin, son cosas que suelen pasar, sobre todo cuando hay fiestas especiales.
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