

A mi no me gustaba bañarme temprano, pero ellas disfrutaban con el primer baño del día. Una hora después, mi madre nos ponía a todas en funcionamiento. Era la hora de salir hacia el colegio, de eso no se escapaba nadie. Ya lo decía ella, la que no estudia, no será nada en la vida.
Y todas hicimos carrera. Yo, estudié periodismo, me gustó desde pequeña, mis dos hermanas menores medicina y la de en medio hizo magisterio. Así viví de pequeña, en un pueblo costero y con una madre viuda que hizo lo imposible por sacar a sus cuatro hijas adelante.
Cuando me mudé a la ciudad, pues por mi trabajo era necesario, pensé que nunca me adaptaría, pero un año más tarde, lo había conseguido. Me sentía la mujer más feliz del mundo, tenía mi propio apartamento, en donde la independencia era total, el trabajo en el periódico, no es que me pagaran gran cosa, pero estaba empezando y no me preocupaba.
Hacía entrevistas a personas no demasiado conocidas, se publicaban en una de las últimas páginas del periódico, en una de esas, conocí al hombre del que me enamoré. Era un pintor que estaba empezando a despuntar, había hecho una de sus primeras exposiciones con mucho éxito, por lo que me mandaron a entrevistarlo. Lo hicimos en la sala en donde exponía, a mí, los cuadros, no me decían gran cosa, pero muy profesional, me limité a lo que llevaba ya escrito.
Quedamos para vernos en su casa al día siguiente, su entorno y el mío, no se parecían en nada, pero yo, lo quería.
Unos meses mas tarde, lo dejé, no pude aguantar más el ambiente de vida que llevaba, en donde drogas y alcohol eran la prioridad. No estaba acostumbrada a eso, fui una chica de pueblo sana y con un tipo de educación totalmente distinta, no quería cambiarla. Pedí unos días libres y me fui a casa, necesitaba contactar con los míos, con mi gente, tener mis ideas claras y volver a ser yo, la chica de pueblo, aunque fuera, por tan sólo unos días.
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