

Cuando Carla se quedó embarazada, hicieron un problema común, decírselo al padre era imposible, aquel hombre tan rígido y exigente, una persona con tan poca sensibilidad, les pareció que comunicarle la noticia era como tirarse al río de cabeza. Lo pensaron durante varios días, al final se les ocurrió decirle que habían obtenido un puesto de trabajo en una ciudad lejos de la suya y que se tenían que marchar. El padre aceptó la noticia sin mucho interés, las hijas ya eran mayores y sabían defenderse solas en la vida y pensó que si era para trabajar, mejor que mejor.
Y las dos partieron sin mas recursos que los pocos ahorros que tenían y algo de ilusión que llevaban puesta. Las cosas les salieron bien, la ciudad era grande y no les costó encontrar empleo, la acogida fue agradable, decidieron que no se marcharían de allí. Un año mas tarde, las llamaron pues su padre había fallecido. Regresaron a su pequeña ciudad a enterrar a su padre, vendieron su casa y volvieron al lugar en donde se sentían, realmente, felices.
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