viernes, 11 de febrero de 2011

LA INSEGURIDAD DE LA PROFESORA.


Hablaba un lenguaje desconocido para mi, porque no estaba acostumbrada a oír a las personas con aquella manera tan déspota de tratar a otras. Era una mujer de apariencia dulce y cordial, incluso algo tierna, pero todo eso desaparecía en cuanto comenzaba a decirle algo a los alumnos. Por increíble que parezca, en su vida privada, no solía ser de esa forma, sólo trataba así a los que consideraba más débiles o quizá en un escalafón social más bajo. 
                                    Empecé a asistir a sus clases y los primeros días me mantuve tan al margen como pude, hice un esfuerzo, pero sabía que tarde o temprano tendría que saltar y decirle lo que pensaba. Y así fue, la clase, para adultos, todos de la misma edad más o menos y los alumnos achantados por una profesora autoritaria y prepotente. 
                                           Un día cualquiera salté, me habló con una falta de educación total y se lo dije, se quedó la clase en silencio y ella, que estaba de espaldas a nosotros escribiendo no se qué en la pizarra, se volvió con lentitud y me hizo de nuevo la pregunta, su cara, roja de ira y la voz temblorosa. Le contesté lo mejor que pude y supe, ella aceptó por buena la respuesta y me mandó sentar. La cuestión fue que a partir de que alguien le hizo frente, la mujer se sintió como más vulnerable y aflojó bastante la forma de tratar a los alumnos. Todos lo comentamos, la tremenda inseguridad de la profesora, terminó casi, por darnos pena. 
                                              

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