

Y dos ó tres días después, conocí al sustituto de mi amigo. Una persona un tanto extraña y desapacible, me presenté según lo vi, le comenté que era la profesora del pueblo y él, educadamente, me dio la mano. Pero no se que fue lo que realmente no me gustó de aquel hombre en una primera entrevista, pensé que quizá tenía un exceso de timidez o era un tanto introvertido.
Estuve varias semanas sin acudir a la casa del farero, luego, volví. El extraño hombre, seguía allí como tenía que ser, pero, es que no sé, no eran sus tatuajes, ni tan siquiera la coleta en que recogía su pelo. Quizá, lo que más me molestaba era que llevara siempre unas enormes gafas oscuras que me impedían ver sus ojos. Aquel día, no hablé con él, sólo dí mi caminata habitual y luego, me marché.
Me vine a enterar una semana más tarde, que lo habían cogido recibiendo fardos de droga de la cercana playa. Me apenó que eso fuera así, ahora vendría otra persona y yo, tendría que volver a conocer...al nuevo farero.
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