viernes, 21 de enero de 2011

UNA SINVERGUENZA.

                      Desde la oficina de mi empresa, teníamos una vista especial, un paisaje hermoso y relajante, que hacía que los visitantes, quedaran parados durante un rato, deleitándose. Era una empresa pequeña, en donde los empleados, nos llevábamos bastante bien, teníamos un trato afable con los clientes y eso era de agradecer. Todo eso, hasta que llegó Fátima, vino a sustituir a una administrativa que se jubilaba, la acogimos con todo el cariño del mundo, hasta que empezamos a conocerla un poco mejor. Pero ya era demasiado tarde, ella había inoculado su veneno y lo había hecho muy bien. Los cotilleos y el hablar mal unos de otros, estaba a la orden del día y lo que nunca había pasado, el tener affaires unos con otros, Fátima los tuvo con casi todos, creando un clima de desconfianza y entre algunos casados, de culpa. 
                                 Actuó con tanto subterfugio y de manera tan sibilina, que a veces, era digna de mi admiración. Pero yo no iba a dejar que una empresa como aquella, se fuera a pique por méritos propios de una sinverguenza, así, que tomé medidas.
                               Llamé a un amigo que era detective privado y le indiqué que buscara en su pasado, que lo tendría, después, con la autorización de mi jefe, un fin de semana, me fui con otro amigo de mi novio, que trabajaba en una tienda en donde se vendían micrófonos, cámaras y cosas así, que era lo que en verdad me interesaba. Empapelamos la oficina con todo tipo de artilugios que en un futuro, pudiéramos utilizarlos en su contra. Por supuesto, hablamos con todo el personal y le dijimos cual era el plan. 
                     Salió perfecto, quince días después, teníamos suficientes datos para una denuncia, el detective, también encontró denuncias pasadas de otras empresas y personas. Estaba claro, que no íbamos a dejar que nadie nos manipulara de aquella manera y que de alguna forma, acabara con parte de nuestra vida. 

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