domingo, 23 de enero de 2011

UNA CHICA DIFERENTE.

                        Me sentí tranquila cuando la vi llegar por el camino de entrada a la casa. La mochila al hombro y la falda revoloteando alrededor de sus rodillas. Cuando me vio, corrió hacia mi y mientras me daba un sonoro beso en cada mejilla, empezó a contarme las novedades en el colegio, detrás de ella, caminaba con paso cansado, mi hijo pequeño. Así era nuestra familia, mi marido, yo y mis dos hijos, pero tampoco quise tener más, preferí darles a ellos un buen nivel de vida. Nos sentíamos felices con lo que teníamos, sin grandes lujos, pero con más de lo necesario. Todo se desarrollaba de una manera perfecta, hasta que empezó aquello.
                            Una noche se levantó dormida y paseo por la casa, su padre y yo, nos despertamos asustados y con cuidado, la acostamos de nuevo. No le dimos más importancia y hasta se nos olvidó. Pero tres días después, quiso hablar conmigo, me contó que le estaban pasando cosas que no entendía muy bien, con frecuencia, escuchaba los pensamientos de otras personas y a veces veía gente que sabía que no existía. 
                           Al principio, no entendí lo que me decía, casi pensé que era una broma, pero su seriedad y su tremenda cara de gravedad, me hizo comprender que la situación había que tratarla con prudencia. Hablamos durante mucho rato, hacía mas tiempo del que decía que llevaba sintiendo esas extrañas sensaciones, realmente no sabía como definir lo que me contaba. Empezó un largo peregrinar por todo tipo de médicos especialistas que nos iban recomendando, se le hicieron indefinible número de pruebas, pero mi hija estaba sana, no tenía ningún tipo de patología. Pero ella, seguía comentando lo mismo, que durante las noches, había personas en su cuarto que hablaban con ella y que escuchaba los pensamientos de algunas personas, no parecía que estuviera asustada por lo que nos estaba diciendo, lo estábamos nosotros más que ella.
                                   Al día siguiente, llamé a mi madre, cuando le conté lo que le pasaba a la chica, no pareció extrañarse demasiado, pues tanto ella como su hermana, tuvieron también esa especie de sensibilidad para las cosas extrasensoriales que no tienen sino pocas personas. Me dijo que no me preocupara que según fuera creciendo desaparecería y si no era así, te acostumbras a vivir con ese don, que todo dependía como lo aceptara tu familia. Me tranquilizó escucharla, pude entender un poco mejor esa manera de ser que no entendía de mi hija.
                    

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