sábado, 22 de enero de 2011

LA AMIGA QUE RECORDABA.

                    Las cuatro noches que pasé con Bárbara en aquel hotel del sur, no las olvidaré jamás. Resultó una amante inolvidable y aparte de eso, una persona de esas con la que deseas no terminar nunca los días compartidos. Pero pasaron con tanta rapidez los días, que cuando llegué a casa y me vi sin ella, sólo entonces comprendí cuanto la echaba de menos. Era demasiado tarde, Bárbara era un pájaro libre, una mariposa de esas que picotean en  jardines desconocidos, una gaviota de mar adentro. La busqué por los lugares donde sabía que había posibilidad de encontrarla, pero todos mis pesquisas fueron infructuosas. Había desaparecido.
                           Cuando tiempo más tarde la vi aparecer de nuevo, ya no era la amiga que recordaba, es verdad que los años nos transforman a todos, pero a ella, de una especial manera, pues toda aquella alegría y forma de ser tan absolutamente entusiasta, poco quedaba, más bien nada. Era una persona más bien triste y un poco dejada, no se le veía con ganas de luchar ni enérgica y vital como había sido siempre.
                     Mi sorpresa, fue grande, pues nunca pensé encontrármela en ese estado. Nos reunimos y hablamos durante rato, había habido en su vida tropiezos y contrariedades de importancia, que la llevaron a un estado emocional no deseado por ella y del que poco a poco mejoraba, pero es cierto, que se te ofrecen en ocasiones, una serie de malos sinsabores, de los que cuesta muchísimo evadirte.

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