Durante el tiempo pasado, se volvió rencorosa e inaccesible, pero tenía esos momentos en que su personalidad daba un giro de ciento ochenta grados y entonces se la veía optimista y simpática. Ella era así. O conmigo o sin mí. Amiga de sus amigos y enemiga acérrima de los otros, no había más. Luchaba a diario por un inalcanzable lugar en la vida y en ese combate cuerpo a cuerpo iba dejando heridos en el camino. No le importaba. Era a veces arisca y podía ser muy cruel. No gustaba de caricias y las muestras de sensibilidad la aturdían. Los desamores en su vida los vivía con un odio intenso y la venganza iba ocupando un primer lugar entre sus prioridades.
Pero no le gustaba ser como era. Pensaba mucho sobre ello y quería cambiar esa manera de ser que como persona la tenía totalmente hundida. Tenía algún que otro amor de esos que van y vienen y en uno de esos, se quedó embarazada.
Cuando se vino a dar cuenta, ya habían pasado demasiados meses, tenía unas menstruaciones muy alteradas. Decidió tener el niño.
Su vida y su forma de ser cambiaron taxativamente con la llegada de su hijo, pasó de ser la persona que había sido, a todo lo contrario. Para ella, el tener a su hijo fue la mayor suerte de su vida.
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