Era una fábrica pequeña, mis hermanos y yo, decidimos que ponerla en funcionamiento, no nos iba a costar demasiado. Éramos cinco hermanos y siempre nos habíamos llevado bien, nunca trabajamos juntos, pero queríamos intentarlo. Empezamos con ahínco, dos meses mas tarde, contratamos mas personal y otros dos después, compramos maquinaria nueva. Las cosas iban viento en popa, nos sentíamos felices. Compartíamos casi todo y teníamos un compañerismo y un entendimiento digno de envidia.
Y lo que tenía que pasar, pasó. Empezaron las discusiones y los malentendidos, por un quítame allá esas pajas, se ocasionaba una pelea sin sentido y por si tu mujer dijo no se que de la mía, otra vez, una nueva discusión. Total, que al cabo de un año, el negocio no daba los beneficios esperados, porque los dueños, nos pasábamos la mayoría del tiempo, discusión va, discusión viene. Cuando nos vinimos a dar cuenta, la mayoría de los altercados y disputas, eran mas por culpa de las mujeres que de los hombres.
Como nuestras mujeres eran muy peleonas, tomamos una determinación, les prohibimos tajantemente el paso a la fábrica. A partir de ahí, se solucionaron todos los problemas, los hermanos continuamos tranquilos, con nuestro trabajo.
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