sábado, 25 de diciembre de 2010

UNA EXTRAÑA NOCHE

               Como hacía todos los fines de semana, me levanté cerca de las dos de la mañana para empezar la marcha. Una ducha rápida y un look adecuado a la situación. Salí a la calle. Había llovido, el plateado del asfalto, se podría muy bien confundir con plata auténtica, recién salida de la fundición, pues tenía un brillo tan absolutamente extraño, que era para confundir a cualquiera. Pisé con cuidado la acera, siguiendo el paseo que me llevaría al callejón que conocía de sobra, ahí estaba la puerta de entrada del lugar al que iba. El trayecto, me pareció más largo de lo habitual, en otras ocasiones en veinte minutos habría llegado, pero llevaba casi media hora y no parecía que viera el letrero luminoso por ningún sitio.
                  Algo me tocó la espalda, después, al volverme, sentí la misma sensación en el pecho, empecé a asustarme y decidí que mejor me volvía a casa, así que dí la vuelta y empecé el camino opuesto. Pero algo que  iluminó toda la calle de un vibrante color azul, se cernió sobre mí, haciéndome sentir el más chico de los mortales. No pude gritar, no me salían las palabras y no tenía fuerza para ello, sólo pude quedarme lo mas quieto posible mientras miraba con ojos aterrorizados, el firmamento de diversos tonos, a cada cual mas hermoso y especial, que tenía por techo. De repente, todo desapareció y me ví sólo en el callejón que conocía y al que ni siquiera sabía que había llegado, respiraba con dificultad, notaba los rápidos latidos de mi corazón que parecía que querían ahogarme, dí un par de pasos a ver que pasaba y me moví hacia la sala, pero cambié de opinión y decidí irme a casa, una noche como aquella,  creo que no  la olvidaré jamás.

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