lunes, 20 de septiembre de 2010

LA TIENDA

      Se probaba la ropa con tanta parsimonia, que la dependienta estaba desesperada. Pero él no parecía tener ningún tipo de prisa, se ponía y se quitaba con una tranquilidad digna de un emperador. De cualquier manera, la empleada, se iba conformando con mirarlo de vez en cuando, porque el atractivo del cliente, era como para ello. No muy alto, no muy guapo, los rasgos de su cara de ojos quizá muy juntos, pero nariz perfectamente recta y labios que llamaban la atención de tan naturales. El pelo trigueño, abandonado y revuelto, sin corte exacto. El hombre llevaba a cuestas una personalidad que era la envidia de cualquiera. Daba ganas de volverse a mirarlo. Al final, salió de la tienda con su bolsa de ropa y una sonrisa de agradecimiento para las chicas, que hizo que estas se olvidaran del tiempo que le dedicaron.  Iba vestido según la estación, como el frío empezaba a notarse, un suave jersey de cachemir de un profundo tono caldero, pantalón beige y un ligero abrigo color camel, era un auténtico modelo de portada. Hizo varias visitas a algunas tiendas mas y luego decidió poner fin a su paseo, así que se dirigió a su casa, que realmente no era suya, pues compartía con varios amigos con los que había convenido ese tipo de convivencia. De esa forma llevaba  cinco años, no era lo deseable, pero lo llevaba bien, pues su trabajo por ahora no le permitía otra cosa. Ser un gigolo no era sencillo, sobre todo cuando estabas empezando, hacer clientes de dinero costaba lo suyo, iba sin prisa....
              Pero lo que Luciano esperaba de la vida, no tenía porque ser lo que esta iba a darle, un año mas tarde se enfermó y no pudo ver jamás su sueño realizado.

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